Convertir la disciplina del ring en una forma de vida ha sido el mayor reto para Adrián Ali Molina Gutiérrez, estudiante de primer semestre de la Licenciatura en Administración Estratégica de la Información en la Facultad de Filosofía y Letras, el reto se ha convertido en un estilo de vida marcado por el esfuerzo, la constancia y el orgullo.

“El boxeo es un arte: dar un golpe y no dejarse noquear, entrenar la mente y el cuerpo para cada exhibición”, comparte Adrián, quien desde pequeño encontró inspiración en las reuniones familiares, cuando veía junto a sus abuelos y parientes las grandes peleas transmitidas por televisión. Aquellas tardes se transformaron en la chispa que lo llevó a soñar con subirse a un ring.

El apoyo de sus papás ha sido fundamental para que hoy pueda dedicar tiempo y energía a esta disciplina. No obstante, el camino no ha sido fácil. Sus horarios son extenuantes: cada día inicia a las 5:30 de la mañana, cuando se prepara para llegar al entrenamiento matutino. Después, acude a sus clases en la facultad y, al terminar, regresa a casa para comer y alistarse rumbo a una segunda sesión de práctica.

Aunque el ritmo es demandante, Adrián valora la oportunidad de formarse académicamente y en el deporte. “Es importante tener una carrera universitaria, estar preparados para la vida profesional. El boxeo me enseña disciplina y sacrificio, pero también quiero estar listo para mi futuro”, afirma con convicción.

Agradecido con sus entrenadores, reconoce que son pieza clave no solo en su formación técnica, sino también en el cuidado y la preparación que requiere cada encuentro. Para él, subir al ring no solo significa competir, sino expresar una pasión que combina fuerza, estrategia y mentalidad.

“Cada día aprendo que el boxeo no es solo golpes, sino constancia y entrega. Es un arte que me ha dado identidad y carácter”, concluye Adrián, quien hoy porta con orgullo tanto los guantes como su lugar en las aulas y en el equipo representativo de la universidad.

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